La Música Tropical: Patrimonio cultural intangible de la humanidad


La Música Tropical: Nuestro Patrimonio Músico-Cultural

viernes, 20 de enero de 2017

La Cumbia


La Cumbia, baile del litoral Atlántico

Desde la bahía de Cispatá al Golfo de Morrosquillo, la cumbia es el baile popular de todos los pueblos... es el auténtico exponente del baile más extendido del litoral Atlántico.

La cumbia no tiene fronteras a todo lo largo de los pueblos costeños. Su ritmo es el mismo, báilese en Ciénaga o en Sampués. Lleva un aliento nostálgico de gaitas y un retumbar demoniaco de tambores. Sus notas agudas y sentidas alborotan el alma del costeño y lo obligan a gesticular en cualquier circunstancia. Sucede con ella entre los costeños como con la rumba entre los cubanos. Cualquier baile regional los entusiasma y los excita, pero ninguno como los citados para identificar el júbilo popular frente a la música autóctona. Por eso también, ocasionalmente, se ponen de moda uno u otro ritmo, pero la cumbia continuará siendo el baile ritual, ecuménico, de los pueblos del litoral.

Pasos y ritmos

La cumbia, donde quiera que se baile, en Santa Marta o en Montería, en Barranquilla o en Cartagena, ha de celebrarse bajo el fuego de las espermas.

Ha de figurar siempre un centro musical en torno al cual danzan los bailarines. Este epicentro melódico puede recaer en la flauta de millo, en las gaitas, en el acordeón o en la banda de viento, pero cualquiera que sea su modalidad, el ritmo de  la música ha de ser el mismo: la cumbia.

Notas nostálgicas, muchas veces estridentes, pero siempre con una decadencia ondulante como el bamboleo del mar.

Siempre habrá un círculo de parejas, estrechamente mezcladas, hasta el grado de que no podría decirse en dónde comienza la cabeza de este anillo humano, o dónde termina su cola. Las parejas, no obstante su entrelazamiento de pasos, guardan su individualidad en el torbellino. La mujer sabe que su parejo, aun cuando haya quedado rezagado en la vorágine de los cuerpos, la buscará infatigablemente contra la corriente hasta sumarse a ella y rodearla con sus gestos epilépticos y delirantes.

La actitud del parejo y la pareja son diferentes en el baile.

La mujer, coronada con sus paquetes de espermas encendidas, será la columna vertebral del ritmo. Serena, lo más erguida posible, solo moverá sus pies con menudo palmotear, como si sus pies fueran las manos temblorosas de los tamborileros amansando el viento arenoso de la tierra. Sus caderas llevan un endemoniado balanceo: endemoniado por cuanto reviven la onda siempre presente de la serpiente, aun cuando la verticalidad que coronan las espermas nos recuerda la altanería de las palmeras.

Contrariamente a este ritmo de la mujer, el hombre, abiertos los brazos, epilépticos los gestos, arqueándose o contorsionando las caderas, ya besando la tierra que pisan los pies de la pareja, ora quebrando el espinazo para mirar el fuego de las espermas que intenta quemar su cara, siempre será el escarabajo que ronda y ronda con zumbido el fuego tentador de la mujer. Gritos, locura incontenida de gestos, delirio de actos estrambóticos, como quitarse el saco o quemar un sombrero y hasta los pesos en la hoguera de las espermas, todo eso y algo más, totalmente indefinido, constituye el acoso frenético del macho a la hembra en la convulsionante rodachina de los bailadores de cumbia.

Pero la cumbia de que nos hablan los bisabuelos, aquella que se hacía a golpe de tambor y algazara de gaitas, en donde las parejas mantenían verdaderos duelos de resistencia, siempre matizada con el calor del aguardiente y con la inconsciencia de los gastos en dinero, bailada a la orilla de la playa en donde las vírgenes cedían la desgarradura de su sexo al varón que amaban, ya es algo que se pierde en la leyenda.

La cumbia de nuestros tiempos está muy desteñida. Hasta el nombre de «cumbiamba» que se le da en algunos sitios (Atlántico) lo denuncia. En realidad, la presencia de la banda de instrumentos de viento, el baile de las parejas entrelazadas como si se tratara de cualquier bolero, y a veces hasta la eliminación de las espermas, denota que la tradicional cumbia va en camino de desaparecer, si, como tantas veces se ha solicitado, las entidades interesadas en la defensa y conservación del folclor no toman cartas en el asunto.

La cumbia es un baile esencialmente popular y de masas. Siempre se ha bailado en amplias plazas o, de preferencia, en los pueblos costaneros, a la orilla del mar. Es un ritual al aire libre, que tiene por testigos a los astros, al viento y a los árboles. Todo esto hace pensar en sus orígenes primitivos; en que seguramente tuvo, como todas las danzas, un significado naturalista y sagrado. Pero la tendencia a deformar el ritual, tan acentuada en los últimos tiempos, nos hace pensar en lo que sería la cumbia transportada a los salones, como tantas veces la hemos visto caricaturizada en ciertos bailes. La mujer, queriendo imitar al varón, olvida su gravedad y se entrega a gestos que rompen su ritual compostura. Por otro lado, las parejas abrazadas -no podía hacerse de otra manera en una sala de baile- le quitan el gesto adoratorio y convulso con que el hombre rodea a la mujer en su danza. Por el contrario, la cumbia estilizada sería un argumento maravilloso llevada al escenario para la danza y el ballet.

Fuente: Manuel Zapata Olivella. Del folclor costeño (extractos). Revista Cromos, vol. 78, no 1931, Bogotá, 26 de abril de 1954, pp. 10-11, 58.

No hay comentarios: