La Música Tropical: Patrimonio cultural intangible de la humanidad


La Música Tropical: Nuestro Patrimonio Músico-Cultural

La Música Tropical Colombiana

Lunes, 19 de octubre de 2020.
 
Cuando hablamos de música tropical en Colombia, usualmente pensamos en fiesta, baile, celebración, alegría y en el Caribe. Sin embargo, lejos de referirse a un género específico, el término sirve como sombrilla para abarcar numerosos tipos de músicas diferentes, realizadas tanto por músicos de la región Caribe colombiana como por músicos antioqueños y de otras regiones.

Con el auge de la industria fonográfica en Colombia, a mediados del siglo XX, empresas como Discos Fuentes, Codiscos y Sonolux, grabaron a numerosos artistas interpretando algunas músicas tradicionales de la región Caribe colombiana, y haciendo a partir de ellas todo tipo de reinterpretaciones, fusiones, adaptaciones e innovaciones. Ante la enorme diversidad sonora de estas músicas con cierto aire “costeño”, y creadas directamente en el seno de la industria discográfica, las compañías disqueras se vieron en la necesidad de encontrar una etiqueta de mercado abarcadora con la cual venderlas. En este contexto se utilizaron dos denominaciones: “cumbia” y “música tropical”, como sinónimos de músicas populares bailables con sonoridades venidas del Caribe colombiano. Si bien el término “cumbia” funcionó mejor fuera que dentro del país, generando corrientes de “cumbias” en Argentina, México, Perú, entre otros países, en Colombia se ha usado más el término “música tropical” para referirse a esa mezcla y yuxtaposición de porros, merecumbés, paseaítos, fandangos, mapalés y, también, algunas cuantas cumbias de acordeón y cumbias de orquestas.

Épocas de la música tropical

Surgida en la industria del entretenimiento (en la industria radial y en los bailes de los hoteles y clubes sociales y, posteriormente, en la industria discográfica), la primera época de la música tropical comenzó en los años 30 a partir de la conformación de grandes orquestas que seguían el modelo de las Big Band de jazz norteamericanas —como las de Benny Goodman o Duke Ellington—, pero, más aún, el de las orquestas de baile cubanas al estilo de la Casino de la Playa. Al contrario de las bandas de viento pelayeras o “papayeras”, en las que predominan los clarinetes y el bombardino, en estas orquestas toman el liderazgo melódico las trompetas y los saxofones, y se acompañan en la parte rítmica y armónica de batería, congas, piano y contrabajo, siguiendo un formato más de música de salón que de música callejera. Es así como comenzaron orquestas como la A Número 1 de Pianeta Pitalúa o la Orquesta Emisora Fuentes. Ya en los años 40 y 50 se consolidaron en Colombia las legendarias figuras de Lucho Bermúdez y Pacho Galán, quienes llevaron este formato de orquesta de baile a su máximo esplendor. También en los 50, surgieron orquestas semejantes como las de Clímaco Sarmiento, Rufo Garrido, Simón Mendoza, con su Sonora Cordobesa, y Pedro Laza y sus Pelayeros. Estas tenían un sonido un poco menos sofisticado y más cercano al de las bandas pelayeras, pero, aunque no contaron con el mismo reconocimiento que las de Lucho y Pacho, también han sido referentes muy importantes en la discografía tropical. Algunas piezas de esta época son “Carmen de Bolívar” de Lucho Bermúdez, “Ay cosita linda” de Pacho Galán, “La pata y el pato” de Clímaco Sarmiento y “Navidad negra” en la versión de Pedro Laza y sus Pelayeros (esta canción tiene el mérito de ser la primera grabación en estéreo realizada en Colombia).

Podemos pensar los años 60 como la segunda época de la música tropical, una época dorada debido al auge de la industria discográfica que, si bien comenzó su proceso en los años 50 con la creación de numerosas disqueras, se consolidó en los 60 con la construcción de estudios de grabación y de fábricas de prensaje por parte de las tres disqueras: Discos Fuentes, Codiscos y Sonolux. Además de las orquestas de las décadas anteriores, en los 60 surgieron dos grandes fenómenos que fueron determinantes: Los Corraleros de Majagual y los conjuntos juveniles paisas.

Los Corraleros de Majagual fue fundado en 1962 por iniciativa de Antonio Fuentes, dueño y productor musical de Discos Fuentes, y concebido como una especie de Fuentes All Stars. Sus líderes iniciales eran Calixto Ochoa, César Castro y Alfredo Gutiérrez, y en 1965 salió Alfredo y lo reemplazó Lisandro Meza, todos ellos cantantes, compositores y acordeoneros sabaneros. El sonido Corraleros se caracteriza por la combinación del acordeón de botones con los instrumentos de viento como la trompeta y los saxofones, una sonoridad que mezcla la música sabanera de acordeón (no la vallenata, como veremos más adelante) con la de las bandas pelayeras. Con su cantante estrella, Eliseo Herrera, Los Corraleros se convirtió en todo un éxito en ventas y ha marcado buena parte de las fiestas decembrinas de los colombianos desde entonces.

También en los 60 surgieron en Medellín unos conjuntos pequeños, de músicos antioqueños, que comenzaron a interpretar nuevo repertorio de música tropical con un formato más cercano al de los grupos de rock and roll de la época. Inicialmente fueron Los Teen Agers, y luego siguieron Los Golden Boys, Los Black Stars, Los Hispanos y Los Graduados, entre otros. De este movimiento se destacaron sus dos principales cantantes: Gustavo “el loko” Quintero y Rodolfo Aicardi.

Lo más particular de este sonido tropical de los 60, tanto en los conjuntos sabaneros como en los paisas, es la abundancia de canciones graciosas y mamagallísticas, algo que contrasta con las orquestas de las décadas anteriores, más serias y acartonadas. Algunos ejemplos de estas canciones jocosas son “La tos”, “La ombligona” y “El bigote” de Los Corraleros de Majagual, o “Juanito preguntón” y “Golearon al diablo” interpretadas por Gustavo “el loko” Quintero. Mientras orquestas como las de Lucho Bermúdez, Pacho Galán, Edmundo Arias y Clímaco Sarmiento eran elegantes y bastante serias, músicos como Alfredo Gutiérrez y Gustavo “el loko” Quintero se tiraban al piso, saltaban, hacían morisquetas y toda clase de gestos graciosos, en lo que se puede considerar como una actitud carnavalesca que buscaba desacralizar todo y burlarse de todos. Esta fue la época de mayor auge de la música tropical y en la que más cantidad de repertorio se grabó.

La tercera época sería, entonces, de los años 70 en adelante. Sucedieron dos cosas importantes en ese momento: entró con mucha más fuerza un estilo de música tropical interpretado por artistas venezolanos como Pastor López y, tal vez lo más relevante, el vallenato comenzó a acaparar con mayor contundencia el mercado musical en Colombia, desplazando en buena medida el éxito logrado por la música tropical sabanera. Con el inicio del Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar, en 1968, la música de acordeón del Cesar y de La Guajira subió como espuma: se grabó a un número mayor de artistas y se difundió mejor su música a lo largo y ancho del país. Si bien la música tropical sabanera no ha dejado de hacerse, y ha seguido teniendo aceptación (y de eso dan fe las largas carreras de agrupaciones como Los Hispanos y Los Graduados, y también de orquestas posteriores como El Tropicombo o el Combo de las Estrellas), a partir de los 70 ha tenido que compartir espacio dentro de los repertorios alegres y festivos con otros tipos de música, y en este aspecto el vallenato ha sido un gran competidor.

¿Por qué diciembre es el mes de la música tropical?

Aunque la música tropical ha perdido espacio dentro de la industria discográfica en las últimas décadas, y cada vez es menor el repertorio nuevo que se graba, cuando se acerca el fin de año son precisamente estos temas tropicales los que más se escuchan en las emisoras y en las fiestas. El país generó una asociación simbólica entre diciembre y la música tropical, al punto que, con frecuencia, se le denomina también “música decembrina”. Pero, ¿desde cuándo y por qué se ha dado esta asociación?

Al parecer, al menos desde la década del cuarenta en Colombia se comenzó a establecer esa relación entre la música bailable del Caribe colombiano y las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Si bien no contamos con datos precisos para las décadas del treinta y comienzos del cuarenta, la aparición de las primeras grabaciones del guitarrista y compositor Guillermo Buitrago (1920-1949), realizadas bajo el sello Discos Fuentes en 1947, constituyen sin duda uno de los grandes referentes de la pareja música tropical/época decembrina.

Diciembre es una época en la que aparecen  relacionados el regocijo de la Navidad con la diversión, la alegría y el desenfado, como dos caras de una misma moneda. En Colombia, esta tradición que mezcla lo religioso con lo festivo, en la cual la música es un elemento central, está presente en todas las regiones del país. Por ejemplo, en la región Caribe aparece referenciado este tipo de celebración en las festividades de tambora de la Depresión Momposina y en el Magdalena. En el Pacífico sur se encuentra una práctica similar en la que, en los días de novenas (16 al 24 de diciembre), músicos y cantadoras salen recorriendo el municipio cuatro veces al día para cantar su música tradicional. También se ha documentado una práctica similar entre los indígenas Nasa o Paeces, ubicados en la zona andina suroccidental de Colombia. En el Pacífico norte, en el departamento del Chocó, las fiestas de San Francisco de Asís, más conocido como San Pacho, también corresponden al momento más festivo del año en la región.

Sin embargo, cuando a mediados del siglo XX se dio un fuerte proceso de urbanización en Colombia, con altas tasas de migración del campo a la ciudad, este tipo de prácticas comunitarias sufrieron un proceso de transformación. En este entorno, la parranda decembrina ya no consiste en salir de la casa en casa acompañados por un conjunto musical, sino que la música empieza a ser provista por la radio y por los discos. Diciembre se convierte en un ritual y, como todo ritual, debe repetirse cada vez, más o menos de la misma manera. Es así como, además de novenas y aguinaldos, año tras año cantamos los mismos villancicos, quemamos pólvora, ponemos el árbol de Navidad e instalamos alumbrados, comemos buñuelos y natilla (como si no se pudiera comer natilla en otra época del año) y, dentro de esos recursos de activación del ritual, escuchamos la misma música, la música tropical.

Este ritual decembrino es el que permite, de forma bastante particular, que en pleno siglo XXI, en época de avances tecnológicos, globalización, inteligencia artificial y modificaciones genéticas, cada año escuchemos las mismas grabaciones monofónicas y analógicas de baja fidelidad de un Buitrago, los mismos trabalenguas de Eliseo Herrera o las canciones jocosas de un Gustavo “el loko” Quintero, y nos sigamos emocionando.

Fuente: Texto "Acerca de la Música Tropical Colombiana" por Juan Sebastián Ochoa Escobar, ac, julio 2019. Este texto toma ideas del libro Sonido sabanero y sonido paisa. La producción de música tropical en Medellín durante los años sesenta de Juan Sebastián Ochoa (Bogotá, Editorial Javeriana, 2018).