La Música Tropical: Patrimonio cultural intangible de la humanidad


La Música Tropical: Nuestro Patrimonio Músico-Cultural

domingo, 20 de abril de 2014

Isaac Villanueva


Isaac Villanueva Mendoza

Por la abundancia de su obra artística, por lo que le representó a la industria discográfica de su país, por la cooperación que le brindó a diversos cantantes y agrupaciones, y por su indiscutida calidad humana, Isaac Villanueva es merecedor de un sitial de honor en la historia musical de Colombia.

Prestigiosos artistas del exterior, como el ya fallecido puertorriqueño Tite Curet Alonso, el venezolano Memo Morales, las cubanas Celina González y Albita Rodríguez, y el dominicano Johnny Ventura, han dicho que Villanueva es un eficaz relator de la cultura colombiana a través de sus canciones.

Me identifico con esa afirmación. La obra musical de Isaac Villanueva es la mejor prueba. Sus canciones, ¡más de 700!, están a la luz de los ojos y a la sonoridad de los oídos como fieles testimonios de la verdad.

Sin embargo, ningún organismo estatal le ha dado un reconocimiento con todas las de la ley a este hombre que por más de 35 años no ha hecho otra cosa distinta a la de generar y fomentar la alegría.

Sus largos años de servicio a la Industria Discos Fuentes, donde se desempeñó como ejecutivo de ventas, compositor insigne, director artístico y gerente regional, fueron una coyuntura para darle vía libre a su vocación de melómano sin remedio. Por ello asegura, a boca llena, que nunca ha trabajado, que jamás podrá darle el calificativo de trabajo a lo que hizo y sigue haciendo con tanto entusiasmo y pasión, y que le representa la tranquilidad de un cómodo vivir.

La mayoría de sus canciones grabadas fueron convertidas en éxito en las voces de destacados intérpretes colombianos, entre los que sobresalen Joe Arroyo, Lucho Pérez, Gustavo Quintero, Juancho Polo Valencia y Alcides Díaz; el venezolano Pastor López; los dominicanos Wilfrido Vargas y Raulín Rosendo y otros más. 

Y de los numerosos galardones que ha obtenido puede exhibir, con orgullo, el Disco de Platino que recibió en México por las millonarias ventas, en ese país, de su tema Maruja, interpretado por el desaparecido Lucho Argaín con la Sonora Dinamita:

"Maruja, tú tienes que comprender/ que yo no nací para una mujer (Bis)
Si los mandamientos dicen/ que al hombre le tocan siete/ y yo apenas tengo tres/ y entonces por qué te enfureces/ y entonces por qué te enfureces.
Coro: Maruja, tú tienes que comprender/ que yo no nací para otra mujer (Bis)."

Es su canción más vendida. Fue grabada a comienzos de los ochenta y, a la fecha, ha superado los tres millones de copias. Ha sido difundida en México, parte de Centroamérica, Nueva York, y el sur de España.

No obstante, el tema suyo que más significación personal tiene para él es El ausente, una salsa que compuso a comienzos de 1972 durante una larga gira laboral, de dos meses, que incluyó Puerto Rico, Miami y Nueva York. Viajó en representación de Discos Fuentes con el propósito de comprar música del exterior para su empresa, y no tuvo tiempo de comunicarse con su esposa Aura Patiño. Ella le reclamó el prolongado silencio. En respuesta, Isaac le entregó esa canción, cedida a Fruko y sus Tesos, con la vocal de Álvaro José Arroyo, mejor conocido como Joe Arroyo:

"Por qué es que te resientes/ si apenas he llegado/ sabes que estaba ausente/ y mi amor no ha cambiado/ he vuelto, lleno de cariño/ y con ansias de amarte y quererte más."

Fue el primer éxito de Joe Arroyo, en ese entonces un joven vocalista cartagenero al que Isaac Villanueva había recomendado de manera especial para ingresar a la banda de Fruko. Los conocedores de música aseguran que El ausente es un tema de los bravos de la salsa colombiana.

¿Qué fue lo que más le impresionó de Joe Arroyo cuando tuvo la oportunidad de conocerlo?
—Varias cosas: su alegría para cantar, su estampa de artista innato, el timbre de su voz, su swing… Lo conocí en 1972, durante una presentación que hizo en el Suri Salcedo con La Protesta. Yo me encontraba con mi cuñado Leonidas Rodríguez, y le dije: “Ese muchacho posee clase. Quiero llevármelo a Medellín para que grabe con Discos Fuentes”. En ese entonces, Fruko estaba en los preparativos de un nuevo long play, y tenía ciertas diferencias con ‘Piper Pimienta’ Díaz, su vocalista principal. Intuí que Joe se acomodaba a las características del grupo. Terminada su actuación, me le acerqué, me le presenté y le hice saber mis intenciones. “Por mí, encantado —me respondió el muchacho—. Pero debe pedirle permiso al señor Leandro Boiga, director de La Protesta”. Así lo hice y conseguí la aprobación. Un mes después, Joe Arroyo estaba ensayando en Medellín con unas pistas de Fruko y sus Tesos. No tuvo problemas para entrar al grupo y convertirse en el cantante estelar. Sus primeras interpretaciones fueron La cara del payaso, canción original de Nelson y sus Estrellas, y Julia, de El Gran Combo de Puerto Rico. Sin embargo, el primer éxito que obtuvo, en su era en Discos Fuentes, fue El ausente. "El comienzo original de la canción era Aura, Isaac nunca te olvida, pero Joe la cambió por: Adela, el Joe, nunca te olvida… en homenaje a su primera esposa." Otros temas escritos por mí, grabados por Joe, con Fruko, fueron El árbol, La vi partir, Los Patulecos, El cocinero mayor y otros que se me escapan de la memoria. En verdad, haber recomendado a Joe Arroyo para que grabara en Fuentes ha sido uno de los grandes aciertos que he tenido en mi carrera profesional.

Además de Maruja y El ausente, ¿qué otras canciones están entre sus afectos?
—Coquetona, interpretada por Lucho Argaín con la Sonora Dinamita. En Colombia y España fue acogida con locura. Otra canción de mis afectos es Lo mío es mío, en la voz de Juan Piña; Las bonitas no son fieles, cantada por Pastor López; Vení, vení, vocalizada primero por Juancho Polo Valencia y después por Diomedes Díaz, y una de hace más de 40 años: Golfo de Morrosquillo, interpretada por Crescencio Camacho con Pedro Laza y sus Pelayeros. Con algunas letras mías han sucedido cosas extrañas: han pegado en otros países sin haber llegado a sonar en Colombia, como por ejemplo Bota la bata, que me la impuso el dominicano Wilfrido Vargas en Nueva York y República Dominicana, y La guayaba, que Raulín Rosendo convirtió en éxito en su país y en España. Pero la obra mía que ha llegado a escucharse en el mundo entero es El pescador de Barú, una cumbia grabada por Los Warahuaco. La versión que hizo ese conjunto de Cartago, Valle, fue incluida en la película Peligro inminente, protagonizada por Harrison Ford: "El pescador de Barú/ se refugió en Cartagena/ amalaya, amalaya/ está triste en la playa, el pescador de Barú…" Ahora, si me preguntan cuál es mi mejor canción de todas, me declaro desde ya impedido para emitir cualquier concepto.

¿Cuál considera su intérprete ideal?
—Tengo tres: Lucho Argaín, que me grabó 70 canciones en México, con la Sonora Dinamita; Crescencio Camacho, quien popularizó mis primeros temas, bien fuera con Pedro Laza y sus Pelayeros o con Manuel Villanueva, y, por supuesto, Joe Arroyo.

Una extensa obra que no podremos olvidar

Acechada en forma permanente por la amenaza del olvido, la memoria humana mantiene ubicado a Isaac Villanueva en un sitio de privilegio del que es muy difícil que sea desplazado. El cúmulo de sus canciones le otorga un protagonismo sonoro que a diario desafía la indetenible marcha del tiempo. Esto nos impulsa a sentenciar que las generaciones futuras se podrán olvidar de él, mas no de sus composiciones.

“Lo que este hombre ha hecho por la música colombiana le garantiza, desde ya, la admiración perenne de su generación”, me dijo Gerson Roa, presidente de la Asociación Círculo de Amigos de la Música de Ayer, Cirdamayer, mientras hojeaba distraídamente el voluminoso libro que condensa la rica trayectoria de Discos Fuentes.

Es común escuchar los nombres de José Barros, Jorge Villamil, José A. Morales y Calixto Ochoa cuando se hace mención de los compositores más prolíficos de este país. Creo que a ese grupo hay que adicionar el nombre de Isaac Villanueva, el quinto de los ocho hijos que tuvieron Marcelino Villanueva González y Hercila Ramona Mendoza Ripoll.

Cuéntenos un poco de usted, de su familia…
—Nací el 25 de octubre de 1938 en Piojó, un humilde municipio del departamento del Atlántico, en el norte de Colombia. En aquellos tiempos, Piojó, al igual que la mayoría de los pueblos pequeños de la costa Caribe, carecía de fluido eléctrico, de acueducto y de una carretera óptima por la cual transitar.

Fuimos ocho hermanos: cinco hombres y tres mujeres. Con mucho sacrificio, todos estudiamos. Los primeros cinco años de mi infancia los viví en Piojó. De esos primeros años conservo el recuerdo más antiguo de mi existencia: ver a mi padre ensayando con su trombón, en la puerta de nuestra casa. Esa imagen en la penumbra permanece imborrable en mi mente. Yo diría que me señaló el camino que debía seguir. Mi viejo formó parte de la Banda Municipal 13 de Junio de Piojó. También vivimos dos años en Molinero, un corregimiento, sin agua y sin luz, perteneciente a Sabanalarga. Después, mi familia se mudó a Barranquilla cuando yo cumplí los siete años.

¿Ha regresado a Piojó?
—Claro. No con la frecuencia que yo quisiera, pero no dejo de visitarlo. A mi pueblo yo nunca lo olvido.

¿Cuáles fueron las primeras canciones que escuchó?
—De las primeras no me acuerdo, pero estando en Barranquilla, a comienzos de los cincuenta, sonaban en la radio Tarde de julio y Carnaval, dos canciones de José Barros interpretadas por Tito Cortez. También estaban de moda guarachas y boleros de Daniel Santos, Bienvenido Granda y Celia Cruz con la Sonora Matancera.

¿Qué edad tenía cuando empezó a ganarse la vida?
—Acababa de cumplir 14 años cuando comencé a trabajar, aquí en Barranquilla, en un almacén distribuidor de discos, ubicado en la calle 36, entre carreras 40 y 41, frente a lo que hoy es el almacén de cadena Éxito. Mi primer patrón fue José María ‘Curro’ Fuentes, hermano menor de don Antonio Fuentes. Ambos vivían en Cartagena. El almacén era administrado por una muchacha, y mi función consistía en limpiar las vitrinas y ayudar en las ventas. Ahí tuve un contacto más directo con la música, puesto que llegaban los maestros criollos más populares de la época: Pacho Galán, Crescencio Salcedo, José María Peñaranda y otros más. La cercanía a esos señores estimuló mi vena de compositor. Fue entonces cuando empecé a escribir. Mis primeras composiciones se las enseñé a Pacho Galán.

¿Cuál fue la primera canción que compuso?
—Fue una guaracha; se llamó En el duro y se la compuse al ‘Curro’ Fuentes. Pacho Galán la escuchó y me felicitó. El estribillo inicial decía así:

"Esta canción la he inventado/ para grabarla con el ‘Curro’/ es el sello de su agrado/ que lo ha tenido en el duro. Coro: en el duro pa´ bailar/ en el duro pa´ gozar…"

Me la grabó más adelante el cubano Pepe Reyes con la Sonora Curro, cuado me fui a vivir a Cartagena. Yo no había cumplido los 15 años al momento de escribir esa, la primera de mis setecientas canciones.

Es claro que ‘Curro’ Fuentes tuvo mucha importancia en su vida…
—Por supuesto, así como también la tendría don Antonio Fuentes en mi época adulta. En verdad, le debo tantas cosas a la familia Fuentes López por haber facilitado el desarrollo de mi vocación y por permitirme la posibilidad de servirle a la sociedad colombiana. Siendo yo un jovencito todavía, de apenas 16 años, ‘Curro’ me llevó a Cartagena para que lo ayudara con las grabaciones en su empresa Discos Curro. Allí me grabó En el duro. Me designó, también, vendedor de su almacén, llamado La múcura, y me puso a estudiar en la jornada nocturna. ¡Qué tipazo ese ‘Curro’! ¿Oyó?

¿Tuvo alguna formación musical en la academia?
—Sí, pero en forma fugaz. Concluidos mis estudios en Escolombia, donde fui condiscípulo de Juan Gossaín, me matriculé en Bellas Artes e hice un semestre de música. Tuve como profesor de solfeo al maestro sinceano Adolfo Mejía. Por falta de tiempo abandoné la academia para dedicarme en firme al trabajo.

¿Por qué terminó su relación con ‘Curro’ Fuentes?
—Por mi afán de buscar nuevos aires. Quiero aclarar que no tuve ningún tipo de discrepancia con él. Al irme de su empresa monté en Barranquilla la distribuidora de Discos Eva, cuyo gerente era Gabriel Zúñiga. En esa casa, Aníbal Velásquez realizaba sus producciones. Era el final de la década de los cincuenta y proseguí con mi actividad de compositor. Escribí los temas Bocachica y La imagen, y se los di a Aníbal Velásquez; Pedro Laza me grabó La lengua afuera y El difunto, cantados por  Crescencio Camacho, y Manuel Villanueva me grabó La zambra, Marcelino Marcelón y Pueblito viejo, un porro dedicado a Piojó: "Pueblito viejo/ cuna donde yo nací/ guardo un recuerdo/ algún día volveré a ti/ ¡Oh! mi pueblito querido/ rodeado de serranías…;" también lo vocalizó Crescencio Camacho. Es uno de los cantos que he escrito con más amor, pues dice lo que siento por mi Piojó del alma.

¿Qué rumbo tomó al separarse de ‘Curro’ Fuentes?
—Me radiqué un tiempo en Bogotá y monté un almacén de discos. Luego regresé a Barranquilla para casarme con Aura Patiño Romero, el 30 de septiembre de 1962. Seguí con mi producción artística. Escribí algunas letras que fueron grabadas por varias agrupaciones famosas de la época, como las de Pacho Galán, el Trío Costa Mar y Morgan Blanco.

La media naranja

Detrás de un gran hombre hay una gran mujer, reza un viejo adagio. Les cae ‘al pelo’ a Isaac Villanueva y a Aura Patiño. Llevan más de siete lustros unidos a través del sacramento del matrimonio. Tienen cuatro hijos: Ángel, Liz Naidú, Luis Felipe e Isaac Marcelino.

“Además de marido y mujer somos socios. Tenemos una empresa llamada Editora Musical Villanueva, en la cual yo soy la subgerente. Trabajamos en todo lo concerniente a edición de música”, dice Aura. De inmediato, Isaac agrega: “Somos una pareja común y corriente. No hay nada de especial en nosotros. Hemos tenido infinidad de inconvenientes, pero siempre han sido resueltos con el diálogo. En una buena relación no solo basta la comprensión, sino un alto grado de tolerancia. Aura es el complemento de mi vida, mi principal consejera, mi apoyo”.

¿Cuándo se vinculó a Discos Fuentes?
—Después de contraer matrimonio con Aura, regresé a Bogotá y más tarde me radiqué en Cali. Allí monté un almacén de discos, pero los resultados no se dieron y me fui a la quiebra. Triste y derrotado retorné a Barranquilla, con la convicción de que el mundo se hundía bajo mis pies. Por fortuna, Gabriel Zúñiga me tendió la mano y pude volver a Discos Eva, en calidad de administrador. Al poco tiempo recibí una tentadora oferta de Discos Fuentes para manejar las ventas en todo el Atlántico. No vacilé en aceptar. Mi ingreso a esa bendita fábrica se dio el 29 de enero de 1964. En eso tuvo mucho que ver don Pedro Fuentes, hijo de Antonio Fuentes. Desde entonces, mi modo de vida mejoró de manera ostensible. Me afiancé como compositor y durante varios años manejé la distribuidora en Barranquilla y también me desempeñé como ejecutivo viajero, gestionando la vinculación de muchos artistas para que grabaran con Discos Fuentes.

¿Qué artistas contactó para que grabaran con Discos Fuentes?
—Fueron muchos: Luis Enrique Martínez, Andrés Landero, Soffy Martínez, Joe Arroyo, Juancho Polo Valencia... De este último tengo abundantes anécdotas, pues era el más difícil de todos. Siempre tenía una excusa para no grabar. Unas veces llegaba sin acordeón a los estudios de Discos Fuentes, que en ese entonces estaban ubicados en el barrio Manga de Cartagena. Su respuesta era lo más de tranquila cuando le preguntábamos por su instrumento: “Lo dejé empeñado en Fundación”. Teníamos que perder un día completo para conseguírselo. Otras veces se presentaba borracho y no daba cabeza para grabar. Otras, sin el repertorio. En fin, era un hombre complicadísimo. Una vez tuve que amenazarlo con la Policía para que nos cumpliera. Y ya en los estudios, frente al micrófono, nadie podía detenerlo. Empezaba a tocar, con los ojos cerrados, y no le ‘paraba bolas a nadie’. Por muchas señas que le hacíamos detrás de la cabina de vidrio, para que corrigiera alguna frase mal pronunciada, el viejo Juancho Polo seguía de largo. Muchas de sus canciones fueron improvisadas en los estudios. De ahí surgieron ‘Lucero espiritual’, ‘Sí, sí, sí’ y ‘Marleny’. De mi autoría grabó Vení, vení (Vení, vení, vení/ vení corazoncito/ vení, vení vení/ te aguardo mi amorcito) y La prima (La prima sí me quiere/ la prima sí me adora). También, de mi autoría, grabó Saludo a Venezuela y El sombrerito. Juancho Polo fue un fenómeno de verdad. Recibía tres mil pesos por cada disco grabado. Era una buena suma en esa época, pero toda la plata se la gastaba en ron. En las sesiones debíamos tenerle una canasta de cerveza. Murió pobre.

¿A qué otro artista en especial recuerda?
—Recuerdo con agrado a la guajira Soffy Martínez, una hermosa mujer descubierta por el promotor Félix Chacuto. Me la presentó Esthercita Forero, y en Fuentes le hicimos grabar cuatro discos larga duración. Semilla de odio, ¿Por qué callas?, De ti depende Dios y Compréndeme fueron cuatro bolerazos que le dieron lustre a su repertorio. Soffy pudo haber tenido mucha más trascendencia, pero la música no era su pasión. ¡Lástima!, porque talento le sobraba. Con decirle que ella era la versión femenina de Alci Acosta, y su voz era un poquito parecida a la de Virginia López. En la actualidad vive en Miami y, tengo entendido, se dedica al oficio de modista. Mucha gente, de diferentes partes del continente, todavía solicita por ella.

¿En qué año se fue a vivir a Medellín?
—En 1974. Me fui con mi mujer y mis hijos y fijé allá mi residencia. A partir de esa época hice cosas importantes: ‘repatrié’ al ‘Ñato’ Alfredo Gutiérrez, que por ese entonces estaba en Codiscos; junté de nuevo a los Corraleros de Majagual; creé, con Fruko, varias agrupaciones, entre ellas Los Pico Pico, y llegué, por fin, a la gerencia de la compañía.

Vamos por partes: ¿cómo, cuántas y cuáles fueron esas agrupaciones creadas por usted con Fruko?
—Fueron cerca de diez agrupaciones las que creamos, pero todas eran de estudio, pues participaban los mismos músicos. La base era la banda de Fruko. Solo les cambiábamos los nombres y el ritmo. De ahí surgieron The Latin Brothers, Los Líderes, Wanda Kenya, AfroSound, etcétera. Recuerdo que una vez de Panamá solicitaron los servicios de Wanda Kenya y de Fruko y sus Tesos. Al llegar al aeropuerto del istmo, los empresarios panameños peguntaron preocupados al recoger a los integrantes de la delegación: ¿y dónde están los músicos kenyanos? Como solo tenían referencias de la agrupación por su nombre y los éxitos El evangelio y Homenaje a los embajadores, creían que Wanda Kenya era de África. Así sucedió en varias partes.

¿Y cómo fue el origen de Los Pico Pico?
—A comienzos de 1976 montamos Pico pico, una salsa gallega, originaria de Puerto Rico, para que la vocalizara un niño cesarense llamado Edgar Murillo. El tema se grabó y quedó muy bien. Intentamos hacer un long play, con 11 cortes más vocalizados por Murillo, pero él niño fue cortante: “Yo canto vallenato, a mí esa vaina, y que salsa, no me gusta”. Nadie pudo persuadirlo. No insistimos más. Con Fruko llegamos al acuerdo de buscar otros niños para sacar adelante el proyecto. Presenté, entonces, a Jaime Alain, hijo de mi hermano Jaime, para que interpretara La piñata, una canción escrita por Ángel, el hijo mayor mío. Asunto solucionado. Los integrantes definitivos fueron Julio Ernesto Estrada Jr., hijo de Fruko; mi sobrino Jaime Alain, y mi hijo Luis Felipe. En homenaje a la canción Pico pico le colocamos ese mismo nombre al grupo infantil. El primer long play incluyó, también, La piñata, que compartió los éxitos con Pico pico. El grupo hizo un total de tres trabajos de larga duración, de los que ‘pegaron’ Los enanos, Caperuza, El burrito de Belén y Campanitas, un hermoso villancico del compositor sinceano Juan Severiche Vergara.

El disfrute de la cosecha

Viendo a Isaac Villanueva Mendoza en su confortable apartamento, con una sonrisa de ‘cachete a cachete’, junto a su esposa Aura Patiño, disfrutando de un merecido descanso después de 35 años ininterrumpidos de servicio a la industria Discos Fuentes, con sus hijos organizados y el futuro definido, nos queda una sola pregunta:

¿Qué le hará falta a un hombre como él para ser feliz?
Él subdivide esa pregunta en varios interrogantes que va resolviendo en el acto:
¿Salud? “Gracias a Dios estoy bien, voy con frecuencia al médico y me efectúo toda clase de chequeos”.
¿Dinero? “No soy millonario, pero vivo cómodo, fruto de lo que sembré en mis años de trabajo. Recibo regalías de Sayco y de la Sociedad Americana de Compositores, Autores y Publicistas, con sede en Nueva York. Además, sigo en plena actividad laboral, ahora de mi cuenta”.
¿Amor? “Aura y mis cuatro hijos son las mejores cosas que me han pasado en la vida. Por ellos digo, con los ojos cerrados y el corazón abierto, que valió la pena haber nacido”.

Fuente: Aura, Isaac nunca te olvida... Entrevista de Fausto Pérez Villarreal a Isaac Villanueva, en La Lira, Noviembre 2011, No. 30.

A continuación, su vida a través de imágenes:












Fuente: revistacredencial.com.

Algunas de sus canciones... Algunos de sus intérpretes:


Nota luctuosa: El jueves 17 del presente mes dejaron de existir dos famosos personajes, Gabriel García Márquez y Cheo Feliciano. Ambos grandes leyendas, el primero de las letras y el segundo de la salsa. Sin más que decir que lo dicho ya por el mundo, me uno a la pena por su pérdida. Descansen en paz.

3 comentarios:

fernando bedoya londoño dijo...

Estas son las crónicas que deben estar en los principales diarios del país. Felicitaciones al gran compositor.

Mateo Bedoya Mar dijo...

Desde San Pedro de Los Milagros (Antioquia) remito honores al Gran Issac Villanueva, ¡GLORIA POR SIEMPRE!

Unknown dijo...

Felicitaciones por esta publicación, y saludos al gran Isaac Villanueva por su aporte al folclor Colombiano. Saludos desde Aguadas Caldas.