La Música Tropical: Patrimonio cultural intangible de la humanidad


La Música Tropical: Nuestro Patrimonio Músico-Cultural

domingo, 19 de octubre de 2014

Carlos Campos - 15 Exitos

Carlos Campos "El Campeón"
1911 - 1999

Una de las grandes figuras de la música tropical mexicana fue, sin lugar a dudas, el maestro Carlos Campos.

Apodado El Campeón, tuvo una vida llena de éxitos y su orquesta una de las más aclamadas por el México que se nos fue; su fin: olvidado por todos. Hoy lo recuerdo con algunos de sus grandes éxitos, con ustedes El Campeón:



“Puros recuerdos y recuerdos”


Entrevista a Carlos Campos.

El Campeón, aquel creador del danzón, lentamente sucumbe... Su mirada refleja una profunda tristeza, una nostalgia que se encajona en todo su envejecido y vulnerado cuerpo. Ahora, no es como antes, pues El Campeón a sus más de 86 años, con dificultad se tiene que acompañar con su mejor amigo, el bastón, para poder levantarse, dar unos pasos y no estar encerrado en este asilo de la ciudad de La Eterna Primavera.

Con lágrimas en los ojos, aquel hombre de fuerzas, de alegría, de felicidad, de música, su rostro ya arrugado por el paso del tiempo, asegura que su ilusión antes de morir es tener entre sus delgadas manos una guitarra, un saxofón o “estar al frente de una orquesta” para que así, descanse en paz y recuerde sus “momentos de triunfo” cuando en la época de los cuarenta a los sesenta reunía conglomeraciones inmensas en sus bailes.

Hoy, Carlos Campos, sólo mira a través de la ventana aquellos cuerpos que, con gran dificultad, caminan a lo largo y ancho de este asilo para ancianos. O, en todo caso, dice, su vida se le va “contemplando sus trofeos que están en el suelo”. Son más de diez. Y, más aún, es terrible su vejez porque en una de las paredes pende un retrato donde don Carlos Campos luce jovial con menos de 30 años. Además, lo acompaña un disco de oro que le fue entregado por las altas ventas que logró por sus danzones: “Puros recuerdos, recuerdos”, dice con una voz ronca.

Físicamente, sus manos ya desgastadas se asimilan con su vista cansada. En su piel, detalladamente, se ve como la vida se fue acumulando y ahora, Carlos Campos, ese hombre de música, el rey, el único, el que fuera ídolo, millonario, feliz... sólo pide que lo dejen vivir en paz y lo “ayuden económica y médicamente, porque ante la falta de recursos su enfermedad del sistema nervioso, poco a poco lo están desvaneciendo. Ya ve, ahorita ni puedo pararme”, se sostiene con su bastón en manos.

En un cuarto de cinco por cinco, en el asilo Díaz de León en la ciudad de Cuernavaca, El Campeón descansa en un viejo sillón y afuera de la habitación almas y más almas caminan con gran dificultad. “Les pesa la vida”, diría El Campeón. Con un coraje profundo, además, el viejo, agregaría: “Me siento como un perro en la calle, solo, sólo con un bastón”.

Nervioso, tenso, con odio... sumaría: “Aquí en el asilo se acaban las visitas; incluso la de los propios hijos”.

Don Carlos Campos se deprime más cuando dice “que fue millonario” y ahora está en las ruinas: “No tengo ni un centavo”. Su error afirma: “Fue heredar a mis hijos en vida”. Todo lo que quisieron lo tuvieron a su alcance. Una hija tuvo un instituto de idiomas y ahora que necesito su ayuda, de todos, ni me recuerdan. Saben que existo pero que digan: “Voy a visitar a mi papá: ¡Eso no!”. Sin embargo, a pesar de todo esto, asegura, “no les guardo rencor”.

El autor de danzones como Fichas Negras y Teléfono a Larga Distancia viste una camisa blanca, pantalón y zapatos negros. Desde mayo de 1997 don Carlos Campos, el danzonero que visitaba Veracruz, Oaxaca, Guerrero, Puebla... cuando estaba al frente de su orquesta, se deprime aún más cuando puntualiza que ni sus mejores amigos de su época lo visitan aquí en el asilo: “Ellos se interesan por sí mismos y por Carlos Campos, ¡no!”.

Sin embargo, a su edad, no todo es tristeza, pues al intérprete del danzón Juana se le observa una amplia sonrisa cuando habla de su estancia por el Salón México o por la Unión Americana al frente de la orquesta: “¡Ayyyyyy todo era bonito y, sobre todo, aquí en México los 15 de septiembre y días festivos! En los Estados Unidos en todos los lugares que me presenté, todos fueron triunfos”. También, se siente a gusto cuando recuerda aquel público de su época que le bautizó y lo reconoció como El Campeón: “No fui famoso, sino que me hicieron... (porque) el cariño del público lo llevo en mi corazón”. Y, agrega: “Esa gente gozó y disfrutó de Carlos Campos y, creo que, lo recuerdan con mucho gusto. Me sentí contento al lado de ellos”.

A sus 86 años, quien grabara 45 discos y galardonado con el trofeo La Orquesta Más Taquillera, en entrevista, recuerda su pasado, sus triunfos, sus tristezas, su abandono, sus hijos, su público... todo.

EN EL ASILO SE ACABAN LAS AMISTADES

-¿Desde cuándo permanece aquí en el asilo?

-Desde mayo del año pasado (1997) cuando mis hijos, con quienes estaba, me confirmaron que ya no tenían un lugar donde mantenerme. Entonces dije: ¿Para qué estoy con ellos? Con un poco de dinero busqué este lugar. -Al responder, por primera ocasión, los ojos de don Carlos Campos, rápidamente, humedecen.

-Pero, sus hijos lo visitan, ¿no es así?

-(Silencio. Su mirada es muy triste, humedece). Cierra sus párpados y afirma: “No, no me visitan. Ahora que necesito una ayuda de ellos ni me recuerdan. Lo tuvieron todo. Que digan voy a visitar a mi papá, ¡eso no!”.

-¿Eso le da coraje?

-Firme con una voz ronca responde: “¡No!”.

-Sus nietos desde luego tampoco lo visitan, ¿verdad?

-No. Aprecio mucho a Carlos Roberto. Tengo cinco nietos y cuatro se llaman Carlos. Al último ya no le pusieron Carlos porque entonces le iban a decir Carlos V como el chocolate, el de la tele. (Risas, muchas risas). Los quiero mucho, pero es más fácil que los visite que ellos a mí.

-Oiga don Carlos Campos pero sí lo visitan, por ejemplo, sus compañeros que fueron de orquesta, ¿no?

-(Su mirada se inclina donde están sus trofeos. Mira muy, muy triste como recordando su pasado). Respira profundamente, luego truena: “¡Nooooooo, aquí se acaban las visitas. Aquí en el asilo se acaba todo, todo!”.

-¿Ni su mejor amigo viene a verlo?

-¡Nooooo!; tuve varias personas que les tuve aprecio como músicos, no como amigos; sin embargo, ellos a mí ¡no! Ellos se interesan por sí mismos y por Carlos Campos ¡no!

-¿Por qué cree que no lo visitan?

-Por mala voluntad, porque ellos se siguen creyendo Carlos Campos.

-Y, ¿tampoco les guarda rencor?

-A veces sí; sin embargo, quiero decirle que ellos hicieron su vida aparte y, la verdad, nunca han podido hacer nada porque falta la cabeza de la orquesta, o sea, Carlos Campos.

-¿Aún cuando alguno de ellos siga al frente de la orquesta?

-No; porque ellos tienen registrado el nombre de Carlos Campos: ¡Son los dueños! En cambio, yo no soy nadie. Ellos pueden hacer lo que quieran y trabajar donde sea.

-Por cierto don Carlos, ¿porqué nunca registró el nombre de la orquesta?

-Venus Rey, entonces secretario general del Sindicato Único de Trabajadores de la Música del Distrito Federal, le informé de mi decisión de retirarme de la música, aceptó, pero me dijo que la orquesta seguiría y mi nombre también. No se me ocurrió registrar el nombre del grupo porque les tenía mucha confianza a todos; sin embargo, resultó todo lo contrario. Me indicó que a los músicos los indemnizara o que les dejara el nombre, pues de lo contrario me demandaría. Registraron el nombre y, después, nada pude hacer.

-Volviendo un poquito a su estancia aquí en el asilo, ¿cómo es su vida aquí?

-Bueno, como músico gocé de todo. Toqué danzones y tropical y la gente se fascinaba; en cambio aquí sólo pienso en la soledad, abandono y tristeza. En el asilo raramente toco el piano que está en el comedor. En la mañana desayuno y después, todo el día, uno se queda aquí. A la una de la tarde le tocan la campana para comer y, posteriormente, agarro camino para mi cuarto. Además, con la muerte de mi esposa todo cambió: “¡Nomás imagínese!” Comíamos juntos, siempre, y ahora ando como un perro en la calle sólo con un bastón para sostenerme. ¡Estoy solo! Me siento mal ahora que no estoy en mi ambiente. Eso es la rutina.

-¿Adónde viaja su mente cuando toca el piano?

-¡Pues a la música! (Una sonrisa embellece su rostro. Su mirada luce alegre. Sus ademanes parecen estar tocando, verdaderamente, un piano). Toco el piano porque recuerdo a los danzones y al cha-cha-cha de mi época. Para no pensar en la soledad, ni en el abandono, me gustaría permanecer al lado del ritmo que toqué.

COMO MÚSICO FUI MILLONARIO; AHORA NO

-Entonces maestro, ¿por qué abandonó la música?

-Dejé la música porque tenía mucho dinero. En la época de Echeverría llegué a tener un millón de pesos. Era millonario y, con tanto dinero, me vino a la mente de abandonar la música. Con los intereses del banco pagaba la casa y aún me sobraba fortuna. Me entristece decir: ¡Fui millonario!

-Todo ese dinero que menciona, ¿dónde está?

-Está con mis hijos y mi error fue heredarlos en vida. Todo lo que quisieron estuvo a su alcance. Una hija tuvo un instituto de idiomas y ahora que necesito la ayuda de todos ni me recuerdan.

-Hoy en día, ¿todavía tiene parte de ese dinero?

-Ríe, ríe: “Poquito”.

-Sin embargo, El Campeón se dio gusto con su dinero, ¿no es así?

-¡Sí; y mi placer se enfocó a los carros! -Exclama emocionadamente-. Tuve coches americanos y europeos. Me gustó viajar y conocí lugares como Egipto, Cuba, Israel y Estados Unidos.

-Al frente de su orquesta, de su fortuna, ¿qué satisfacciones recuerda?

-¡Ahhh, pues que a cualquier lugar donde iba mi nombre quedó grabado!; es decir, en Juchitán, Michoacán, Veracruz, Distrito Federal... Todos coreaban el nombre de mi orquesta y el de Carlos Campos. ¡Siempre confié en mi persona!

-Maestro platíqueme, ¿cómo surgió su orquesta?

-La empecé a organizar estando en un cabaret. Ahí trabajaba con diez personas. Posteriormente, con el tiempo me dieron la facilidad de quedarme con la orquesta y a partir de ese momento se formó de 12, 14 y hasta 15 elementos. Después con este número de músicos me fui a trabajar al Salón México donde gané popularidad.

-De esos escenarios como el Salón México, ¿qué recuerda?

-Lo recuerdo mucho, mucho. Aquí en México recuerdo mucho a este salón y, desde luego, a la Unión Americana.

-¿Cómo eran esos bailes en el Salón México?

-¡Ayyyyy todo era bonito y, sobre todo, los 15 de septiembre y días festivos!

-En los lugares de los Estados Unidos, ¿también era bien recibido?

-Sí; me presenté en Los Ángeles, en Chicago, Texas y otras partes. ¡Todos fueron triunfos!

-¿Recuerda qué le gritaba la gente?

-Sonríe: “¡Todo era un escándalo! Me recibían bien, muy bien”.

-De todos sus danzones, ¿cuál era el preferido del público?

-Me pedían mucho Juana y Teléfono a Larga Distancia. ¡Dos danzones maravillosos y bonitos!

-Y, ¿cuál le gustaba más a usted?

-(Carlos Campos acomoda de su sillón. Levanta la mano como dirigiendo una orquesta. Ríe, está contento, demasiado. Una sonrisa cubre su arrugado rostro). Empuña su bastón y recuerda: “Me gustaban todos, pero el primero que toqué y me gustó fue Fichas Negras que, por cierto, pegó mucho”.

-Oiga don Carlos, ¿usted cree que hizo feliz a su público?

-¡Sí, sí! La gente gozó y disfrutó de Carlos Campos. Creo que lo recuerdan con mucho gusto y, desde luego, me sentí satisfecho en cada uno de los escenarios donde toqué.

-¿Qué le diría al público de esa época?

-Pues que fue un placer estar al lado de ellos. Sería agradable poder saludarlos y juntos oír música de Carlos Campos.

-Maestro, ¿dónde guardó el cariño del público?

-(El silencio se vuelve más silencio. Alguien se asomó a la ventana y de reojo volteó. Sus ojos humedecen de nueva cuenta. Su mirada se vuelve triste, opaca. Limpia, con delicadeza, sus lágrimas que apenas y brotan). Después lleva su mano derecha al corazón, la mantiene ahí por unos segundos y afirma: “Pues aquí, aquí en el corazón. Aquí está el aprecio de la gente”.

LA GENTE ME LLAMÓ EL CAMPEÓN

 -¿Por qué nació eso de El Campeón?

-Mire, me lo pusieron por la popularidad y venta de discos. Fue un director artístico de una difusora que me llamó así.

-¿Aún se siente El Campeón?

-Ríe, ríe: “El público es quien me considera; yo no”.

-El Campeón, ¿en qué años tuvo su mayor apogeo?

-De los cuarenta a los sesenta.

-De todos sus discos, ¿cuál dejó satisfecho a El Campeón?

-¡Todos!, pues conforme los iba grabando me gustaban más y más.

-¿Se sintió famoso?

-No precisamente por mí, sino que me hicieron famoso. Yo no soy de los que digo ni nunca he dicho: ¡Soy famoso, no! El público fue quien me hizo porque le gustó lo que hice.

-A El Campeón, ¿le faltó algo por hacer?

-No; y todo lo que tenía pensado se realizó.

-Aquí veo en su cuarto trofeos, ¿cuál le faltó ganar a El Campeón?

-Ninguno; y estos son sólo algunos. Los otros los tengo guardados, porque si estuvieran aquí no cabrían. Están los indispensables.

-¿Qué siente por ellos El Campeón?

-Aprecio. Tengo uno muy especial que dice: La Orquesta Más Taquillera.

-¿Qué opinión tiene El Campeón de los danzones de hoy?

-Ahora son bandas y grupos. Es otro tipo de música, no la critico, porque la juventud es otra. Ahora son Bronco, Banda Maguey y muchos más.

-Es cierto que El Campeón le dedicó un danzón a Carmen Salinas, ¿por qué?

-Sí; y fue porque le tenía mucha simpatía, pero ahí tiene, no lo reconoció. Lo valoró en el momento cuando existía el programa Visitando las Estrellas con Paco Malgesto, a quien Carmen le dijo: “Carlos Campos me dedicó un danzón y lo vas a escuchar”; sin embargo, jamás le hizo promoción y todo pasó desapercibido.

Don Carlos Campos no es bajo, no es alto. ¿1:70 de estatura? Su piel es blanca y sus ojos cafés. Su frente es amplia y sus cejas son semipobladas. Sus labios son semigruesos. Su voz, a veces, es tenue, ronca, exclamativa, varía. Su humildad, sencillez, cordialidad, humanidad lo hacen ser todavía, creo yo, El Campeón. No es vanidoso, no agranda su pasado, ¡nada de eso!, al contrario, entristece, le da coraje, no sólo sus hijos; sino también sus mejores amigos y compañeros, que no lo visiten y sigan al frente de su orquesta sin tomarlo en cuenta.

EL DON DE SER MÚSICO SE LO DEBO A DIOS

 -¿Quién fue Carlos Campos antes de llegar a ser músico?

-¡No fui nadie! Sin embargo, quiero decirle que nací para la música y no para otra cosa. A los 12 años sin estudiar, nada más de puro oído tocaba los instrumentos y conforme pasó el tiempo aprendí mucho. No estudié piano, ni solfeo, ni armonía e incluso así llegué a ser músico. Ese fue un don que me dio el Señor, el cual se lo agradezco mucho.

-¿Cómo eran los padres de Carlos Campos?

-(Silencio. Mucho silencio). Luego, pausadamente, agrega: “Eran luchadores por la vida. Mi padre tocaba el violín y yo el piano”.

-¿Dónde vivía?

-(El dolor aumenta pues Don Carlos lleva ambas manos a sus vulnerados ojos. Con gran dificultad levanta, abre la puerta, respira y vuelve a sentarse). Respira profundo, empuña su bastón y con un coraje en su rostro, recuerda: “Viví en la colonia Doctores. Tuve una infancia triste. Fuimos 12 hermanos y difícilmente nos daban dinero y la verdad no sé cómo nos sostuvieron. Por eso, cuando junté fortuna apoyé a mis hijos y nunca les faltó nada”.

-¿Cómo quisiera ser recordado El Campeón?

-(Triste, muy triste se ve el rostro de Don Carlos Campos). De su pecho una voz apenas firme logra escucharse: “El día que muera no quiero velatorio toda la noche y que digan: ¿Te acuerdas de Carlos Campos, El Campeón?, ¿Qué hermosos fueron sus danzones?, ¿sus bailes? ¡No, no quiero eso! Si fallezco que me lleven al crematorio y punto”.

-Por último maestro, una pregunta que tal vez no le vaya a molestar, ¿aquí en el asilo ha pensado en el suicidio?

-(Silencio absoluto. Las almas pasean allá afuera. Unos canosos, otros menos. Unos viejos, otros menos. Unos más que otros con ganas de vivir. Se les nota en sus vulnerables rostros. Don Carlos Campos luce un cabello muy blanco, como el color de la nieve. Es muy agradable y sencillo. Cuando le pregunté esta interrogante, como un niño ofendido, llevó su mano derecha, con su pañuelo, a sus cansados ojos). Las lágrimas volvieron a aparecer y esta vez tronó, tristemente: “¡Sí, sí he meditado en el suicidio!”.

El reloj marcaba casi la una y la rutina del asilo nos impidió platicar más. Antes de ir a comer Don Carlos Campos volvió a remarcar: “Necesito ayuda económica y médicamente. Estoy en la pobreza”.

Junto a mis hermanas y mi madre salimos destrozados.

Cuernavaca, Morelos, Junio de 1998.
Fuente: por Bladimir Villegas García, en vocesdelaculturamexicana.jimdo.com,

No hay comentarios: