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sábado, 9 de noviembre de 2013

La identidad-subjetividad colombiana en la zona fronteriza del noreste de México y EE.UU


La identidad-subjetividad
colombiana en la zona fronteriza del noreste de México y EE.UU.

La música de la costa caribe-colombiana, específicamente la cumbia y el vallenato, ha realizado un largo periplo otorgando identidad a los más diversos grupos. Desde un origen local particular, pasó a ser música regional, luego nacional y terminar siendo exportada a múltiples partes del planeta. En la ciudad de Monterrey, se encuentra un nicho fértil para su adopción y posterior desarrollo.

Hacia la mitad del siglo XX, cuando hace su aparición la música caribeña colombiana en México, encontramos que primero llegó el porro y la cumbia, y de manera reciente los paseos vallenatos comerciales. La cumbia logró rápidamente su adopción y desde el D.F. se expandió al ser bailada por toda la geografía nacional, incluso llegando por el norte de México, hasta el suroeste de los Estados Unidos. La música de acordeón caribeña colombiana, por su parte, no tuvo el mismo éxito que la cumbia en todo México y sólo encontró amplia aceptación en la ciudad de Monterrey. Allí se creó un novedoso producto musical denominado colombiana, que llegó a dar identidad a los grupos sociales populares de la ciudad. Actualmente la colombiana cumple esta función identitaria-subjetiva con numerosos grupos de “chavos banda”, que se encuentran en condiciones de marginalidad social. Cabe mencionar que el consumo se amplia hacia otros sectores sociales.

En Monterrey, los grupos populares de origen rural pero de establecimiento urbano, logran conformar una identidad generacional y de clase. La música caribeña les permite diferenciarse de sus padres, en un primer momento, pero al mismo tiempo mantener el hilo de unión, de continuidad con su ascendencia. La segunda diferenciación que les permite esta música es en el ámbito de las clases sociales. Ellos como hijos de migrantes, de clase popular, necesitan de una identidad que los aglutine, que les brinde fuerza, que les permita defenderse de una sociedad más amplia que los estigmatiza, relega y ataca. Considero que al sentirse atacados esta identidad se esencializa y se sobredimensiona convirtiéndose, de una simple elección o gusto musical, a un universo que los contiene, los engloba, y sintetiza todas sus demás identidades: el mundo colombias.

La música caribeña colombiana nos muestra dos procesos de transnacionalización, contradictorios y contrapuestos uno con otro; aún cuando hablamos de un fenómeno con el mismo origen. Por un lado observamos que la música costeña transformada por la poderosa industria musical y el marketing, con el fin de otorgarle un perfil más comercial. Esta música es comercializada desde Estados Unidos (Miami), y es redistribuida por las disqueras majors en EE.UU., Latinoamérica y Europa. Este sería el caso de grupos y solistas como Carlos Vives, Shakira o Cabas. Es importante notar que la distribución está dirigida principalmente a los grupos sociales medios y altos del continente. También encontramos los paseos románticos que se componen y graban bajo estas lógicas y se comienzan a difundir desde la ya “saturada” Colombia hacia el continente y Europa.

Encontramos así una música transformada o creada expresamente bajo los parámetros comerciales y difundida globalmente por los medios masivos. Esta es la música que pudo romper las fronteras regionales y sociales en Colombia, permitiendo a la nación entenderse por primera vez como un país unificado y haciendo literal el título de “La música colombiana”. Esta música se difunde en el continente y varias partes del mundo, debe perder muchas de sus características más autóctonas y originales, desdibujándo su esencia local. En este sentido encontramos que lo local y lo global se mantienen en una continua interacción y retroalimentación. Lo local le brinda sangre y vida a lo global; y lo global le otorga a lo local difusión en espacios y geografías sin restricciones ni fronteras. Sin embargo, para lograr este nivel de difusión, lo local debe perder parte de su esencia.

En el otro lado de la moneda, encontramos en su origen una música local, campesina, con ascendencia afro que habla en sus líricas de animales, de la naturaleza, del trabajo rural, de las vivencias y de los avatares de los campesinos en las ciudades. Esta música que en su propio país de origen se encontraba confinada y estigmatizada, otorgándole identidad únicamente a sus cultores en la costa del Caribe. Fue tomada por las primeras compañías disqueras del país y logró difundirse por medio de las grabaciones, la radio y las giras de los músicos. Se establece en las ciudades, en las zonas más populares y es adoptada como propia; con los años se crean versiones nacionales híbridas. Una música local, que no pudo en su momento superar las fronteras internas de su nación, logra dar identidad en América a sectores populares de las ciudades como es el caso de la colombiana de Monterrey, la cumbia villera de la Argentina o la cumbia sonidera en EE.UU. Esta música le otorga un modelo de identidad-subjetividad a los grupos populares en general inmigrantes, que son sujetos de estigma y encuentran en la misma música, además del manejo de su cuerpo a través del baile, una herramienta poderosa para el auto-reconocimiento y la protesta social.


La cumbia se ha constituido en uno de los géneros musicales más importantes del continente. Es la más bailada por las clases populares, convirtiéndose así en la gran música popular, con la mayor capacidad de convocatoria identitaria, de la América actual. La cumbia tuvo la capacidad para adaptarse a las más diversas zonas; al crear nuevos sonidos híbridos acordes a las diferentes realidades socioculturales latinoamericanas. Adicionalmente está siendo utilizada como una herramienta identitaria poderosa, como elemento fundamental en la construcción y reconocimiento de grupos, en la distinción-cohesión de clase social y de generaciones. La cumbia es actualmente la música latinoamericana más vigorosa; la más producida, la más escuchada y bailada. Paradójicamente, es un ritmo que el caribe-colombiano dejó de producir masivamente hace por lo menos tres décadas, y la música más conocida de Colombia, nuestra embajadora cultural ante el mundo, es hoy en día tratada por los músicos y las disqueras colombianas como un objeto de museo folclórico. Aprovechando el olvido, en que hemos dejado a nuestra gran música internacional, otros países como México y Argentina levantan la mano y reclaman la paternidad de esta “huérfana” sonoridad.

Los músicos y la industria relacionada dicen que “la cumbia no vende”, pero esto sólo habla del localismo, con que se manejan las industrias culturales del país. Con alzar un poco la mirada y aguzar el oído, más allá de nuestras fronteras, se darían cuenta de lo equivocados que están. Mientras la industria musical colombiana se dedicó a saturar el país de paseos románticos comerciales y dejó en agonía otros ritmos, otrora exitosos, como la cumbia y el porro. Monterrey se erige como heredera del sonido “corralero” sinuano-sabanero y tanto en las fiestas con música grabada, o con los grupos regios en vivo, es el ritmo más pedido para bailar, para los jóvenes colombias es central en su mundo de vida. Lamentablemente, la cumbia ha sido asociada en Monterrey con la violencia por lo que mediáticamente no se le da difusión y se busca cambiar el gusto de los jóvenes por paseos románticos comerciales. Es pertinente destacar cómo jóvenes y niños de clase popular en Monterrey crecen escuchando, bailando y amando nuestras cumbias, cuando en Colombia un joven contemporáneo casi no conoce el género.


En el caso de los colombianos de Monterrey, hay que resaltar que sólo tuvieron relación con los medios masivos por medio de los discos caribeños de Colombia, de los acetatos, que no tenían una comercialización efectiva fuera del país. Debido a esto, es tan singular e importante el fenómeno colombiano de Monterrey; ya que lucharon por mantener su elección musical sin el apoyo de los medios masivos y en contra de la sociedad regia que los estigmatizaba. Ellos construyeron sus propios canales subterráneos de consecución, mantenimiento y creación de un gusto musical que durante más de treinta años mantuvieron vivo el fenómeno sin el apoyo de los medios masivos. Haciendo un desplazamiento musical desde una periferia local del Sur, a otra periferia local del Sur –separadas por miles de kilómetros- sin la intervención de la comercialización internacional y los medios masivos; que se ha mantenido por más de cuarenta años, sincretizándose y difundiéndose, en un segundo giro de tuerca hacia EE.UU. por medio de los migrantes.


Las corrientes principales dentro de estos estudios como la etnomusicología, los trabajos sobre las músicas del mundo (world music), o de música pop, nos hablan de expresiones musicales que en general implican una asimetría entre el origen y las zonas a donde se desplazan. La música caribeña colombiana nos muestra una transnacionalización desde lo popular, entre grupos sociales de base. Se diferencia de la world music, o la etnomusicología, ya que éstas son generadas en contextos tribales, étnicos, del Tercer Mundo. El material recolectado como objeto de museo debe ser curado para poder ser exhibido, además de transformado, mimetizado y eugenizado, con el fin de ser consumido en el Primer Mundo, en un ejercicio simbólico de turismo sonoro etnográfico, de etnología de rescate. Estas características las encontramos igualmente en géneros como el reggae, el ska, la salsa, el son, el tango, etc. La música caribeña colombiana también se diferencía del otro fenómeno ampliamente estudiado por los académicos, la música pop, ya que estos son géneros musicales creados, desarrollados en el mundo hegemónico y que desde este centro, apoyadas por la industria musical, se distribuyen hacia las periferias. Los ejemplos los encontraríamos en el rock, punk, metal, rap, las baladas anglos, hip-hop, etc.

En este sentido, estamos frente a un estudio que aporta desde una perspectiva de intercambio culturalsimbólico. Dentro de este campo disciplinario los casos trabajados se refieren principalmente a desplazamientos Norte-Sur o viceversa; generalmente en marcadas condiciones de desigualdad. Debido a esto, la trasnacionalización de la música caribeña colombiana nos brinda la oportunidad de comprender las dinámicas y la lógica de un desplazamiento Sur-Sur, entre clases sociales de base, en la producción, recepción, consumo y adaptación musical. Adicionalmente ha generado, durante estos desplazamientos geográficos y simbólicos, unas poderosas identidades sociales y culturales, se ha convertido en el aglutinante principal, en el elemento identitario-subjetivo más importante para muchos de sus seguidores.


Fuente: Darío Blanco Arboleda. La identidad-subjetividad colombiana en la zona fronteriza del noreste de México y EE.UU. Quehacer Regio, Número 6, Año 2, Agosto 2007.

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