Los Alegres Vallenatos
La historia de Los Alegres Vallenatos es mayormente la historia
del compositor y cantante Julio Torres que, siendo de la capital de Colombia, tuvo
gran éxito en su nación y más allá de sus fronteras al interpretar aires
costeños.
Además, pese al escozor que le pueda causar a
los vallenatos de cepa pura, se le reconoce que su agrupación musical fue la primera en usar
en Colombia la palabra “vallenato” para denominar el tipo de ritmos que
interpretaban.
Desafortunadamente su vida material fue efímera, dejando para
la posteridad algunas canciones composiciones suyas, entre las que destacan El aguacero y Los Camarones.
Detalles de su vida y obra se conocen gracias a una
entrevista que les realizaron a Marina Torres y Nelson Díaz -ambos ya
fallecidos y que eran hermana mayor y hermanastro materno de Julio respectivamente-,
en enero de 2003:
Julio Torres
El 9 de enero de 1951, ahogado en las playas de Cartagena,
falleció el compositor y cantante bogotano Julio Torres Quiroga, fundador del
conjunto Los Alegres Vallenatos. Se le recuerda por canciones tan populares
como El aguacero, Pomponio y Los
Camarones. Tenía 21 años al morir y una promisoria carrera artística que
frustró el destino.
A comienzos de diciembre de 1950, el diario El espectador publicó una noticia a dos
columnas en la que se anunciaba el “próximo viaje a México” del joven
compositor Julio Torres y su hermano Carlos, quienes formaban parte de una
delegación folclórica llamada “Los hoteleros colombianos”, organizada a
instancias de la artista colombiana Alicia Caro. La idea, según dijeron al
diario, era quedarse unos seis meses en el país azteca, “dar a conocer nuestros
aires folclóricos y participar seguramente en una película” con Agustín
Magaldi, el legendario cantante Argentino.
Para entonces, el “benjamín de los compositores colombianos”,
como definían a Julio, se había convertido en el artista revelación en Bogotá e
inclusive en México y Venezuela. Su música se escuchaba en la Voz de la Víctor,
en Nuevo Mundo, en la Nueva Granada, y sus discos se vendían “como pan
caliente”. Nació el 27 de marzo de 1929 en la familia conformada por Julio
Torres Parra y Rosa María Mayorga. Su padre fue pianista y pariente de la
famosa actriz y cantante bogotana Sofía Alvarez, quien emigró a México en 1928
y luego actuó en la primera película sonora mexicana, Santa, de 1930, y
protagonizó filmes como Ahí está el detalle, de Cantinflas, y otros títulos
junto a Pedro Infante. Ambos recorrieron casi toda Colombia con la compañía
artística “Le petit trianon”, a comienzos de los años veinte.
La Bogotá de entonces era una ciudad pequeña, pacata y casi
conventual, que se abría tímidamente a la modernidad y pretendía ser tan
cosmopolita como Buenos Aires y Ciudad de México. Tras el asesinato de Gaitán,
y quizás para exorcizar tantas desdichas, los cachacos se entregaron con
frenesí a bailar el porro y la cumbia en el Club Metropolitan, ubicado en los
sótanos de la avenida Jiménez, o en el elegante salón de baile del Hotel
Granada, frente al parque Santander, interpretados por las orquestas de Lucho
Bermúdez y Alex Tovar. En una urbe de pasillos y torbellinos, de literatos y
poetas, en las emisoras se trillaban una y otra vez los “vallenatos” en
guitarra de Guillermo Buitrago. Tal fue el escenario artístico musical, por
decirlo de alguna manera, en que creció la generación de los cuarenta. Y claro,
entre ellos estaba Julio Torres.
Ahora, cincuenta años después, sentada en un cómodo sillón para
la entrevista, con recortes de prensa en la mano que elogian a Julio Torres, y
un dejo de nostalgia, su hermana mayor, Marina, rememora aquellos tiempos:
“De mi padre nos vino la vena musical, y yo creo que por eso
Julio se dedicó muy pronto a cantar y a componer. De noche estudiaba
bachillerato y de día trabajaba en la droguería Nueva York. Cuando tenía 17
años le compró una buena guitarra a un amigo y se entusiasmó tanto que adquirió
un método para estudiar el instrumento; creo que también se matriculó en la
Escuelas Internacionales, que ofrecía cursos por correspondencia. Pero creyó
que era mejor estudiar en una academia”, agrega. En efecto, se matriculó en el
Centro de Cultura Social y empezó estudios formales de música con los maestros
José Vicente Chala y el compositor y pianista santandereano Oriol Rangel. En
este instituto compuso sus primeras canciones: el vals Recuerdo de tu amor y los boleros Fue un atardecer, Mujer, Amor de un día y Tu amor no me importa.
Alternando su trabajo como almacenista-jefe de la cooperativa
de trabajadores de Avianca, con frecuentes y asiduas presentaciones en radio y
en fiestas familiares, Julio Torres empezó a componer lo que era conocido
entonces como “música caliente”, es decir, porros, cumbias y merengues.
“En cierta ocasión estaba en la casa estudiando y le dio por
fumar. Entonces le preguntó a mi abuelita, Berenice Torres, si tenía algunos
pielroja por ahí, y como le contestó que no, decidió ir a la tienda a
comprarlos. Allí, mientras charlaba con un amigo y se fumaba su cigarrillo se
desgajó un aguacero y decidió irse rápido a la casa. Pero quizás porque mi
abuelita ya no escuchaba bien no se dio cuenta de que Julio estaba golpeando a
la puerta empapado de agua”. Más tarde, mientras se secaba, al calor de un chocolate
con queso, Julio se sentó en el comedor y ahí mismo, en media hora, le vino la
inspiración para una jocosa canción:
Otra tarde, la del 17 de diciembre de 1949, mientras iba en
un bus del centro de Bogotá hacia su casa en el barrio Ricaurte, Julio se
enteró por un pasajero que Miriam Sojo Sambrano había sido elegida semanas
antes como reina del Concurso Nacional de Belleza, en Cartagena. “Como estaba
sonando en el bus una canción de Garzón y Collazos, que tenía un verso que se
refería a los camarones, pues a Julio se le ocurrió hacerle el homenaje a la
reina usando también algunos versos de Los Camarones”; al llegar acasa pidió
que le buscaran una hoja de papel y delante de Marina y de su hermano Jaime le
resultó otra canción:
Con esta composición, Julio Torres se presentó a un concurso
de música en la emisora Nuevo Mundo y ganó el primer premio de 500 pesos. Como
era de esperarse, y gracias a la popularidad de esta canción, las ofertas para
grabar discos llegaron de inmediato. El ingeniero electrónico Gregorio Vergara,
conocido en Bogotá por un taller de reparación de radios ubicado en la avenida
Caracas con calle 18, había decidido crear una empresa de discos con una
máquina prensadora de acetatos que obtuvo tras un negocio. Creyó que una manera
rápida de dar a conocer su nueva empresa discográfica era contratar al joven
intérprete. Le pagó 300 pesos por los derechos de Los Camarones y a principios de junio de 1950 grabó esta pieza
-junto con El Aguacero- en los
antiguos estudios de la emisora Nuevo Mundo, localizados en la carrera 9 No.
12-23.
Para las grabaciones, Julio se hizo acompañar de un conjunto
integrado dos años antes por varios de sus amigos: los barranquilleros Homo y
Custodio Morales, Eliseo Márquez, José Mejía y Jorge Rojas (acordeón, dos
guitarras, guacharaca y bongó). No recuerdo de quién fue la idea, acota Marina,
pero lo cierto es que a ese conjunto le pusieron por nombre Los Alegres
Vallenatos. Es posible que hubiera sido en homenaje a Guillermo Buitrago, a
quien Julio admiraba, y quien se hizo conocido en Bogotá por la canción de La
víspera de año nuevo.
A finales de septiembre de 1950, se hizo el lanzamiento
oficial de la empresa de discos Sello Vergara con el prensaje de Los Camarones y El Aguacero, de las que para diciembre de ese mismo año se habían
vendido 300 mil copias. Naturalmente, y convencido de que Torres era una mina
de oro, Vergara firmó con Torres un contrato de exclusividad por un año. A
cambio le ofreció 200 pesos por la firma del contrato, 100 por cada pieza
grabada, 50 por cantarla y una regalía de 6 centavos por disco vendido. Torres
se comprometió, de inmediato, a grabar otras diez canciones: La canoa, La lora de don Facundo, Cuando
aparece el amor, etc., que también fueron grabadas en el radio teatro de
Nuevo Mundo.
En otra sesión, y por sugerencia de Torres, se grabaron otras
dos composiciones con el acompañamiento del cantante magangueleño Tito Ávila,
voz principal en Mi totuma y El sancocho, y quien es conocido por ser
el intérprete original del merengue Arbolito
de navidad, de José Barros.
Como homenaje a su novia Olga, hija de Gregorio Vergara,
Torres se animó a componer algunas canciones para llevarlas al estudio:
O esta otra:
Igualmente compuso tonadas sobre anécdotas que le ocurrieron
en algunas fiestas a las que fue invitado con Los Alegres Vallenatos.
“Fueron donde un señor llamado Facundo, y a la mitad del
toque el señor paró el baile y le reclamó a mi hermano porque había dejado la
puerta abierta y se había escapado su lora consentida”, asegura Marina. Aunque
ellos negaron tal acusación, el suceso le sirvió a Julio para otros versos
musicales:
Ante el repentino y contundente éxito del compositor
bogotano, Hernando Téllez, director de la antigua revista Semana, le encomendó a su jefe de redacción, Belisario Betancur, un
reportaje con el joven artista. En la última edición del año, la del 30 de diciembre
de 1950, apareció el rostro de Julio Torres rodeado de camarones, dibujado por
Enrique Carrizosa. Se tituló “El autor de Los
Camarones: para cada fiesta un merengue”. Adentro, entre las páginas 26 y
28, se hace un recuento somero de la vida del artista, aparece la única foto
conocida de Los Alegres Vallenatos y se transcriben las letras de algunas de
las más populares canciones de aquel año, entre ellas, además de las de Torres,
La piña madura, de Guillermo
Buitrago, y Salsipuedes, de Lucho
Bermúdez.
En el primer intertítulo del reportaje, “No han visto el mar
mis ojos”, el periodista señala las virtudes del cantante bogotano:
“El estudiante por correspondencia y compositor Julio Torres,
no conoce el mar. Sin embargo es, a los 21 años, uno de los principales autores
de música costeña en Colombia. Los
Camarones y El Aguacero encabezan
la mayoría de las listas cuando se quiere determinar cuáles fueron las
canciones más populares de 1950. Y ha sido de las más oídas por radio. (…)
Gracias a los alegres (y para algunos hasta salvajes) ritmos costeños, la
música colombiana domina en estos días, aún sobre los ritmos extranjeros
cantados por el trío Los Panchos. En las viejas navidades y año nuevos, era la
música antillana la que mandaba la parada, o mejor, el movimiento. Algo se ha
avanzado en materia de nacionalismo, aunque en cuanto a calidad todo es igual.
(…) En una canción popular no existe -y sobra buscarla- la misma pureza
literaria, aún gramatical, que en una romanza clásica. Es su música la que
pretende alegrar, y si lo logra, el autor ha triunfado. Como ha triunfado Julio
Torres con Los Camarones, nacido de
un suceso de la actualidad, sobre la observación de una cadencia en un bus, y
de unas coplas tolimenses anónimas que comienzan (así): camarón de mi vida.”.
Orgullosos de su nieto e hijo, la abuelita y madre de Julio
guardaron aquella revista Semana, No.
219, “y cada vez que alguien nos visitaba ellas sacaban el reportaje y duraban
horas y horas hablando de los logros de mi hermano”, dice Marina. Curiosamente,
y por esas cosas del destino, Torres no alcanzó a ser testigo de su propio
éxito. De hecho, es posible que no alcanzara a leer el reportaje de Semana, pues este apareció el 30 de
diciembre de 1950, el mismo día cuando viajó a conocer el mar, en un vuelo de
Avianca que partió del antiguo aeropuerto de Techo.
Con el dinero que le pagó Vergara y algunos ahorros preparó
viaje hacia Cartagena con Olga Vergara, su novia, y sus cuñados, Estela y
Germán. “Después de tantas cosas, de estar grabando y todo lo demás, decidió que
ya no esperaría tanto. Poco antes de partir me dijo que se iba de incógnito
para estar tranquilo y porque los periodistas lo acechaban y a él eso lo
incomodaba. Se hospedaron en el Hotel Cartagena y al tercer día salieron a
bañarse. Él se puso a cantar La vieja
Sara, de Rafael Escalona, y estando en esas le dijo a Olga que se sentía
mal, y al momentico se fueron a bañar. Me cuentan, porque yo no vi nada de eso,
que estando todos ya en el agua, apareció de pronto una ola inmensa y los
dispersó. Y entonces Julio, al ver que la ola se llevaba a Olga, la agarró pero
no pudo sostenerla y la ola se lo llevó a él”.
La anécdota de Nelson Díaz
Un día cualquiera de 1966, el fallecido cantante, compositor
y productor Nelson Díaz, fundador de Los 50 de Joselito y hermanastro materno
de Julio Torres, coincidió con un grupo de amigos en una fiesta organizada por
la empresa de discos CBS, donde él trabajaba… “Estando en esa reunión se me
acercó el jefe de prensa, el periodista antioqueño Raúl Molina Isaza y me dijo,
- ‘Usted se ríe como un amigo mío’-
Yo no le di mayor importancia al comentario, que me repitió
un par de veces, y ahí terminó el asunto. Pero en otra reunión, a la que asistí
con un conjunto vallenato que tenía, me encontré otra vez con Raúl y me hizo el
mismo comentario, de que yo me reía como un viejo amigo suyo y que tocaba muy
parecido la guitarra. Cuando terminamos de tocar me acerqué a él y le dije
- ‘Bueno, don Raúl, usted me tiene intrigado porque me lo ha
dicho varias veces, ¿a quién me le parezco?
- Y él me dice, ‘pues a un amigo mío que murió casi en mis
brazos hace mchos años, y al verlo a usted se me pareció a él y me dio mucha
nostalgia. Se llamaba Julio Torres’.
De inmediato, Nelson Díaz le revela el parentesco y Molina
Isaza, emocionado, lo abraza de inmediato, se echa a llorar y le dice,
-‘Yo estaba con él en ese momento… Lo sacamos a la playa y él
tenía un golpe en la espalda, como si lo hubieran golpeado con algo contundente
y, bocarriba, se le salían las lágrimas y se quejaba del dolor tan grande que
sentía. Lo recogimos y lo llevamos al hospital. Pero déjame decirte que él no
murió ahogado, él murió asesinado.
Sesenta y cuatro años después de su fallecimiento, la familia
de Julio Torres sigue creyendo que murió ahogado y revela el dictamen médico de
la autopsia: “muerte por inmersión”.
Algunas de sus partituras originales
El aguacero
Los camarones
Pomponio
3 comentarios:
Hola, que interesante tu biografía, yo soy la nieta de Custodio Alberto Morales. Y solo quería comentarte que el no era barranquillero, tampoco Omo, eran de Ibagué Tolima. Gracias. Feliz tarde.
Gracias por su aclaración Algun Soundtrack, saludos.
@Algun Soundtrack, me interesa hablar con usted del dato que aporta en esta entrada ya que estoy escribiendo un libro. Por favor escríbame al correo alfonsoponchocortes@hotmail.com
Gracias
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