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viernes, 29 de julio de 2016

El carácter sagrado del fuego de las velas en la cumbia colombiana


Se ha venido sosteniendo que “el uso del atajo de velas fue para alumbrar a falta de la luz eléctrica”, concepto imaginativo apoyado en la teoría sin legítimas fuentes de información y contrasta con los de origen ritual y sagrado, rayando en la especulación. A pesar que son muchos los autores que coinciden con el carácter sagrado del fuego en la cumbia, legado que quedó en el uso del atajo de velas, solamente voy a reseñar partes de lo escrito sobre la cumbia por Julio Olaciregui y de las crónicas del viajero Isaac F. Holton durante su recorrido por la Nueva Granada en 1852:

La cumbia, sabemos, es una danza y un ritmo de la Costa Caribe colombiana que aparece desde el año 1600 con el amancebamiento y mestizaje que se produjo entre indios, colonizadores españoles y esclavos africanos.

Recordemos que es un baile de galanteo, en parejas, cuya coreografía comienza con la ofrenda de un paquete de velas o espermas encendidas que el hombre entrega a la mujer.


Si los poetas hablan de danza cósmica o de fertilidad, los eruditos e historiadores jamás se han puesto de acuerdo acerca de los orígenes de la cumbia, que imaginamos se pierde en la mítica ‘noche de los tiempos’, pero la presencia del fuego nos lleva a todos, tanto a observadores como bailarines, a reconocer el aspecto ceremonial, ritual, de algunos de sus pasos y movimientos, combinados con la seducción en las ruedas simbólicas de hombres y mujeres, deslizándose en una sabia planimetría,[…]

El historiador colombiano Gerardo Pombo Hernández, en su obra Kumbia, lanza la teoría de que esta procesión bailada, iluminada con el fuego de antorchas, teas o lumbres, se origina en los rituales fúnebres de ‘los indocosteños’. "Los indígenas, con las luces de sus antorchas, le señalaban al difunto el camino del más allá, libre de los malos espíritus, al tiempo que rogaban a sus dioses que acogieran y dieran descanso a su espíritu […] evocaban el espíritu del que iban a enterrar e imploraban su perenne tutelaje y protección […]. En estos rituales, que duraban varios días con sus noches, las danzas, la música de gaitas, tambores indios y sonajas, y el consumo de la chicha eran fundamentales”, señala Pombo Hernández.


Según el teólogo medieval Jacques de Voragine, en La leyenda dorada, la fiesta de la Candelaria se llama así porque “se lleva en la mano candelas [...]. El papa Inocente dice que las mujeres romanas celebraban en ese día la fiesta de las luces, cuyos orígenes están sacados de las fábulas de los poetas. Éstos cuentan que la diosa Coré-Perséfone era tan bella que fue raptada por su tío Hades, dios del reino de lo invisible. Sus padres la buscaron mucho tiempo en los bosques y en los montes con antorchas, y es ese recuerdo que representaban las mujeres de Roma [...]. El papa Sergius decidió darle un objetivo mejor ordenando a los cristianos, celebrar cada año, en ese día, una fiesta en honor de la Santa Madre del Señor, con cirios encendidos y candelas benditas”.

Lo que pretendo señalar es la persistencia entre la gente de hoy de mitos y creencias muy antiguas, la eterna lucha entre la vida y la muerte, entre las tinieblas y la luz.

Las llamas en una cumbiamba, la candela, su contemplación en una cocina, nos llevaron un día a la fábula, al cuento, al mito de ese pariente nuestro llamado Prometeo por Esquilo y por otros griegos de la antigüedad. El personaje que domestica el fuego, robando esa chispa a los dioses del éter, nos es familiar porque día a día no sólo podemos contemplar la potencia solar, así como los relámpagos y centellas, sino también la tierna luz de las velas, las espermas, en las fiestas religiosas y otras ceremonias,[…]

El mito de Prometeo es universal. Entre algunos indios de América se llama Coyote. Sabemos que hubo una guerra entre potencias divinas por esa chispa que  nos alumbra y calienta. El antropólogo francés Claude Lévi-Strauss intenta demostrar, con ayuda de 813 mitos indios de América del Norte y del Sur, que se puede extraer un paradigma común, “un mito único, el del combate entre el hombre y las entidades no humanas por la posesión del fuego”. También sabemos que él se sirvió de la lingüística para el estudio de los mitos.

El fuego nos ha guiado en este acercamiento al hombre-mito, esa figura universal, actual y arqueológica, presente y antigua como el Sol. En la Costa Caribe colombiana las llamas iluminan cada año la celebración de la Fiesta de la Candelaria, el 2 de febrero, en especial mediante la cumbia, un baile, es decir una coreografía, herencia remota, pero muy presente, de la joven y hermosa Coré, la dionisiaca diosa de las danzas, símbolo de la renovación de la naturaleza, que cada cierto tiempo sale de la oscuridad, de lo inferior y lo invisible, la semilla podrida, para expresar la fuerza de la vida.

A pesar que en los orígenes de la cumbia no existía luz eléctrica, no es muy cierto que los atajos de velas que usaba la mujer eran para alumbrar el escenario mientras danzaban, el hombre de la época usaba otros medios de iluminación, veamos que nos dice sobre este particular, el viajero norteamericano Isaac F. Holton, de lo que encontró durante su viaje por los Andes y riberas del Rio Magdalena en la Nueva Granada del siglo XVIII:

“Afortunadamente no estuve mucho tiempo en Calamar pero allí presencié el baile más curioso que uno pueda imaginar. Andando por el pueblo ví una luz que venía de la orilla del río y oí el extraño ritmo de un tambor acompañado por voces que, para el gusto de algunos, podrían ser cantos, pero para otros serían puros berridos. Había un gentío agolpado alrededor de una pareja bailando, pero me abrieron paso para que pudiera mirarlos. Las luces provenían de las velas que iluminaban las mesas donde vendían bizcochos, golosinas y ron. Por su parte los bailarines, un negro viejo y una mujer, bailaban a la luz de la luna y en la danza adoptaban posturas interesantísimas. Ella baila suelta mientras los brazos del hombre la rodeaban sin tocarla y él intentaba seguirle el ritmo, agachándose un poco de tal manera que los brazos quedaran al nivel de la cintura de la mujer”.
Fuente: León Martínez Arieta, 2011, Consideraciones a la memoria de la jornada consultiva sobre la expresión de la cumbia. Recuperado de internet.


La mención de las velas en el transcurso de la interpretación de la cumbia colombiana es muy común y nos remonta al ritual mencionado anteriormente. Algunos ejemplos (de los incontables que existen) son los siguientes:

Velas y cumbia - El Combo del Sinú

Prendan las velas - Catalino y su Combo

Cumbia En Llamas - Adolfo Echeverría con Los Mayorales

Prendamos las velas - Los Hermanos Gutiérrez

El baile de la vela - La Sonora Dinamita de Lucho Argaín

¡Qué belleza la de la cumbia colombiana! Y al disfrutarla, qué difícil es dejar de expresar con profunda alegría: ¡prende la vela, prende la vela!

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola, buenas.
Soy un estudiante mexicano de filosofía. Me interesa demasiado el tema de la cumbia y note que en varias cumbias del folclor colombiano, se hace mención, muchas veces, de las velas. Me ha encantado tu articulo. No se si podrías agregar la bibliográfia consultada, para enriquecer aun mas mi acerbo cultural, si no es mucha molestia, muchas gracias. Y que viva Latinoamerica.