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viernes, 22 de marzo de 2019

Aquellos ojos verdes - Adolfo Utrera

En la década que va desde 1920 a 1930, el bolero se venía interpretando únicamente en las guitarras de los trovadores de Oriente. El primer intento que se hace para crear los boleros en piano es del compositor y pianista cubano Nilo Menéndez quien se enamoró de Conchita Utrera, una hermosa cubana de ojos claros, la misma noche que la conoció y le compuso una línea melódica, pidiéndole después al poeta Adolfo Utrera, hermano de Conchita, que le pusiera letra, sugiriéndole el tema. Así nace el primer bolero moderno titulado Aquellos ojos verdes, junto al tenor cubano Adolfo Utrera y dedicado a Conchita Utrera.

Fueron tus ojos los que me dieron
el tema dulce de mi canción,
tus ojos verdes, claros, serenos,
ojos que han sido mi inspiración.

Aquellos ojos verdes de mirada serena
dejaron en mi alma eterna sed de amar,
anhelos de caricias, de besos y ternuras,
de todas las dulzuras que sabían brindar.

Aquellos ojos verdes serenos como un lago
en cuyas quietas aguas un día me miré,
no saben las tristezas que a mi alma le dejaron
Aquellos ojos verdes que ya nunca besaré.


La primera grabación de Aquellos ojos verdes fue hecha por el sello disquero la Columbia Records en el mes de junio de 1930 en la ciudad de Nueva York con la interpretación de Adolfo Utrera y acompañado a cuatro manos y dos pianos por el maestro Ernesto Lecuona y Nilo Menéndez.

Fue el primer bolero cubano de trascendencia internacional, sobre todo cuando lo grabó en el año de 1941 la Orquesta de Jimmy Dorsey teniendo como cantante a Bob Eberle y a Helen O´Conell.

Esta importante pieza musical fue grabada también por otras grandes voces del mundo, tales como: la Orquesta de Don Aspiazu con el cantante Chick Pullacek, el tenor Juan Arvizu, Nat King Cole, Pilar Arcos, Rita Montaner, Esther Borja, Alfonso Ortiz Tirado, Bobby Breen, Rosita Fornés, Luis Gardel, Los Panchos, los tenores Alfredo Kraus y José Carreras, Alfredo Sadel, las orquestas de los Hermanos Dorsey, Ray Conniff y muchos más.

Sobre el bolero Aquellos ojos verdes, César Portillo de la Luz le ha dicho al profesor e investigador musical cubano Radamés Giro, lo siguiente: Se amplían las posibilidades melódicas del bolero, sin que el género perdiese la atmósfera que lo identificaba, por lo que comienza su verdadero proceso de modernización... La pieza... resultó un éxito mundial... La innovación aparecida en esta obra fue el resultado de la influencia recibida del impresionismo musical francés, que había pasado a los Estados Unidos... 

 Nilo Menéndez

Nilo Menéndez Barnet nació en Matanzas, Cuba, el 27 de septiembre de 1902. A mediados de los años 20 trabajaba como pianista acompañante de las películas silentes en el cine Velasco de su ciudad natal. Vivió en La Habana hasta el año 1924, cuando viaja a la ciudad de Nueva York en busca de mejores horizontes. El pianista y compositor de origen español José Lacalle, Director Musical de la sección latina de la Columbia Records, le consiguió trabajo en esta como pianista.

Era amigo del tenor cubano Adolfo Utrera, y vivían en el mismo edificio. Cuando la hermana menor de Adolfo, Conchita, fue a pasar una temporada con este, entre ella y Nilo se creó una corriente de simpatía que inspiró el famoso bolero Aquellos ojos verdes en el año de  1929.

Nilo le cuenta al periodista Juan J. Remos en una entrevista que este le hiciera y se publicara en El Diario de las Américas el 9 de noviembre de 1977 los detalles de la inspiración del bolero Aquellos ojos verdes: Corría el año de 1929 y me encontraba yo en la ciudad de los rascacielos. Allí conocí a Conchita Utrera, una bella cubanita, rubia natural, de ojos claros, que escribía versos y recitaba magistralmente. Yo también soy poeta y como fulminado por un rayo de pasión por sus bellos ojos, caí loco de amor por ella, y ella también se enamoró de mi. Y agrega lo siguiente: Esa mujer que tocó mi vida, breve pero intensamente, regresó a La Habana y jamás la volví a ver.

Nilo trabajó con la orquesta de Anson Wecks en Peaxoxk Courrt de Mark Hopkins Hotel de San Francisco, junto a Xavier Cugat.

Se marcha a Hollywood y acompaña a Tito Guízar en sus giras y graba Mis tristezas, y también graba con el cantante mexicano Guty Cárdenas Aunque no pueda vivir sin ti. Y sus últimas actuaciones profesionales fueron en el año 1960 en la ciudad costera de Ocean Shores de donde pasó a Palm Spring, en California con los Guadalajara Boys y tocó dos años y se retiró para irse a la ciudad de Aberdeen en las cercanías de Washington, donde falleció el 15 de septiembre de 1987.

Sus cenizas fueron trasladadas a la ciudad de La Habana en diciembre de 1990 por su sobrina la cineasta Perla Negrete.

Nilo fue un caso curioso entre los compositores cubanos, siempre compuso fuera de Cuba.

 Adolfo Utrera

El otro protagonista de esta hermosa canción fue Adolfo Utrera. Nació en La Habana, 28 de mayo de 1901. Fue el mayor de diez hermanos y muy pronto tuvo que enfrentarse a la vida pues su padre murió en 1922. Tomó clases de canto en La Habana y después con una profesora chilena en Nueva York. De diciembre de 1926 a noviembre de 1931, menos de cinco años, grabó 126 discos para la Columbia, sin contar algunas otras grabaciones con distintos artistas. Entre ellas está la histórica de Aquellos ojos verdes, canción de la que escribió la letra, con música de Nilo Menéndez. Adolfo era poeta y dedica esta canción a los ojos de su hermana menor Conchita, que pasaba una temporada en Nueva York, con él. Por razones desconocidas se suicidó, tronchando una promisoria carrera, en Nueva York el 3 de diciembre de 1931.

 Conchita Utrera

De Conchita Utrera, hermana de Adolfo Utrera, fuente de inspiración para la creación del bolero Aquellos ojos verdes, se sabe muy poco. Era poetisa y cantante. Visitó Nueva York, donde hizo algunas grabaciones a finales de 1929 y comienzo de 1930, dedicándose después a la poesía.
Fuente: Historia del Bolero I

Disfrute la grabación original de Aquellos ojos verdes, en la voz de Adolfo Utrera y con el acompañamiento en los pianos de Nilo Menéndez y Ernesto Lecuona.

Aquellos ojos verdes - Adolfo Utrera

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